jueves, mayo 08, 2008

Urgencia


La sentí de pronto, fuera de mi hábitat natural.
Llegó justo cuando mi mente se quedó en blanco mirando ese azul turquesa que se escondía tras cientos de curvas.

El alejarte quilómetros de distancia de lo que cada uno considera “su vida” provoca el reencuentro con uno mismo. Dejando a buen recaudo la cotidianidad de lo que nos condiciona.

No es buena esa urgencia. Pero la disfruto igual.

No la reprimo, tampoco creo que pudiese. O sí, pero no me apetece. Conviene pensar a veces que el autocontrol es despreciable.
Que fluya.

La veo como un punto negro en mitad de un cuadro blanco. Me da por pensar en negros y blancos. Contrastes de aquellos vitales que desechan los grises que canta la razón. Como un punto negro punzante, con destellos que me sobrevienen. Con puntas que se alargan y te recorren.

Y no es todo como parece ser cuando viene envuelto de urgencia y lazos impetuosos. No lo es pero se siente así. Y una casi se acostumbra a sentir con fuerza sabiendo de la brevedad de la sensación. Luego, para relativizar, siempre hay tiempo.

Y tiene algo de bonito eso. Porque por algo será. Algo muy tuyo; la urgencia nace de dentro hacia fuera. Nunca al revés.

Es como si te rehumanizases de nuevo, una reconciliación no reclamada con tu parte más íntima después de decidir que vas a volar libre, ajena a aquello sobre lo que decidiste alejar concienzudamente.

Y cuando sucede, sólo cabe ya sonreír al pensar que creíste que una masa gris va guiar siempre tus pasos. O tus descansos.

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