Abro los ojos. Me quedo mirando extrañada los pañuelos que cuelgan del mueble.
Y me acuerdo.
De la llamada de teléfono. Vale.
Mierda.
[…]
Me meto en la ducha.
A las 22h tengo algo que he estado posponiendo durante tres semanas.
Al rato me doy cuenta de que me estoy frotando los hombros con algo demasiado resbaladizo.
Suavizante para el pelo es.
Vale, Carol. Bien.
Antes de parar el coche le veo.
Sentado en un banco. Ipod en mano.
Sonrisa en la cara.
Y me tranquilizo.
El abrazo es bonito.
Y nos olisqueamos las colonias.
Mierda.
Le digo que quiero pasear. Que si le apetece.
Y se enciende un camel.
Me ofrece un trato. Y acepto.
Me habla de su viaje a Colombia. De sus planes.
No sentamos y sus palabras se tuercen. Serias.
Levanto la mano para que no siga.
Y empiezo a hablar yo. Porque tengo que hacerlo.
Acabo.
Él se acoge a la conjugación de verbos en pasado.
Y me regala tres palabras a modo de advertencia.
Vamos con los demás.
Y él se hace cargo de lo apenas pronunciado.
Me aprieta toda y aplaza su intención.
Y me conmueve la deferencia.
Nos miro a todos. Y me cruzo con la mirada de ella.
Sabe lo que estoy pensando. Parecemos un chiste mal logrado.
Son las dos de la mañana.
Y yo ya estoy en un borde inesperado de no sé qué.
Así que miento.
Y me voy con Laura a la inauguración de una discoteca.
Vemos la cola desde lejos.
Se ve que es lo más chic, cool y glamuroso del momento.
Ya, bueno.
Decimos un nombre, hacen una cruz en la lista y entramos.
Tres pisos.
Y buscamos las piedrecitas de swarovski en el techo.
Esas para hacer que la flipada del posible morado llegue a grados insospechados.
Y no las encontramos.
Pero vaya, que tampoco es necesario.
De hecho lo único necesario es una copa.
Y a por ella voy. Con decisión y esperanza.
Luego busco los lavabos.
Dejo el bolso en el mármol. Y me lavo las manos.
Veo como la espuma se queda pegada a unas piedrecillas negras que han puesto a modo de adorno.
Y veo como las burbujas van petando. Se evaporan.
Mierda.
Y saco el móvil. Y abro la tapa. Y no leo. Y lo apago.
Joder. Joder. Joder.
Estamos debajo de una tarima. Hay una gogó bailando.
No se puede fumar. Fumo. Y bailo.
Al rato la gogó baja. Y tenemos una conversación surrealista.
Quiero hacer una foto a la expresión de Laura.
Y a partir de ahí sigue el surrealismo.
[…]
Son las cinco y media de la mañana.
Estoy en el coche. Y nada tiene demasiado sentido.
Voy de camino a casa.
Y me desenchufo del mundo.
1 comentario:
El surrealisme és a la realitat lo que el subsconcient a la consciència. Així, doncs, tal volta el surrealisme és la part de la realitat que, per la seva profunditat, ignorem. Tots els camins són bons per anar al fons, al bosc de les essències!
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