martes, mayo 13, 2008


Ya estoy despierta. No lo entiendo.

Jamás dormí tan poco como en los últimos meses.

Miro el reloj. Son las cinco de la mañana. Ni más ni menos. Y cierro los ojos con fuerza intentando no despertar demasiado algún pensamiento.
Practico esa quietud exigida que sólo crea ganas de movimiento. Me doy la vuelta y me pongo boca arriba. Mirando, esta vez sí, mi techo.

Me hago más la muerta. A ver si funciona.
[…]

Bajo las escaleras en pijama, sin agarrarme a la barandilla.
En el último escalón, el espejo me devuelve una imagen fantasmal.

Entro a la cocina y bebo agua. Mucha agua. La siento recorriendo mi esófago y posándose en el vientre. Todo me parece muy real.

Mientras subo las escaleras pienso que falta poco para que empiece el día. Y no sé si estoy preparada para recibirlo.

Dos horas después estoy en la autopista, camino del trabajo.
Me encaro al asfalto sin demasiadas ganas. Pero lo piso con la misma firmeza de siempre.

La sala de profesores está vacía y abro mi taquilla.
Empiezo a preparar los libros. En uno de ellos encuentro un artículo que imprimí el viernes sobre el conceptismo. Y esbozo la primera sonrisa del día.

El hablar sobre el conceptismo se va a quedar para otro día. Hoy sería incapaz de ser imparcial. No me apetece.

Cierro la puerta y me apoyo en la mesa. Más de treinta ojos se posan en mí.
Y sé que no descubrirán nada por mucho que me miren.
Me entrego por completo a las subordinadas adjetivas.
[…]

Está demasiado concentrado en lo que digo. Como si lo tomara con una seriedad que no va con el lugar. Ni con la ocasión. Pero vaya, que sigue preguntando demasiado, con ese natural interés que ya casi sólo se ve en los niños. Me enciendo un cigarro y arruga la nariz cuando el humo le llega. Espero una queja que no se pronuncia.

Me pregunta por el fin de semana. Miro el cigarro. Luego a él. Y busco la palabra, sin que me salga. No sé, le digo.

Se ríe, mucho. Pero yo lo digo en serio. No sé.

¿Raro quizás? Puede que sí. O puede que de lo más previsible.

Se levanta para ir al servicio. Y yo me relajo, dándome cuenta entonces de que estaba tensa. Es por esa mirada, por esa actitud.

Espera algo. Los de ciencias tienen eso, ya se ha hecho su ecuación perfecta. En su mente ya estoy elevada al cuadrado. Me suena demasiado eso de que un enunciado te remita directamente al resultado, probablemente erróneo sin el proceso adecuado.


La gente se desnaturaliza. A sí misma y a los demás, sin permiso de nadie.
Cada vez que como con él me desnaturaliza más. Porque me entiende menos. Me roba lo que soy.

Y se me quitan las ganas de explicarle nada porque no me escucharía. Lo sé. Sólo me imaginaría.

De repente me pone triste pensar en que no puedan entenderme. Aunque ese pensamiento me suele alentar. Seguro que es una secuela de la lluvia y el cielo gris de los últimos días.
[…]

Cuando llego a casa sigo el olor a barniz. Y subo a la terraza de una habitación.
Y desde allí oigo como suena el móvil.
Me quedo quieta. Viendo cómo se pone el sol.

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