Estoy en eso de los mimos cosméticos.
Y suena el teléfono. Sonrío.
Ahí están. Casi siempre en la mismas fechas.
El jolgorio de las tardes de café en “El Lucas”.
Algunos con las cartas y otros juegos de mesa. Y siempre música de fondo.
Bebiendo copas de anís a secas.
Todo muy provinciano, eso no cambia.
Oigo sus voces. Y muchas más voces.
Es muy tierno lo del manos libres para oír saludos al unísono. Pero poco práctico porque no me entero de nada.
- ¿Cuándo vienes?
- Este año no se te escapa la Feria ¿eh?
- Van a abrir un chiringuito nuevo cerca del “chiringuito grande”.
- Oye… Isidoro ha vuelto de Madrid y estará aquí todo el verano, ¿Qué te parece? (Risas)
- ¿Te acuerdas de aquella fiesta para el cumpleaños de Sonia en las Lagunas? ¿Lo repetimos este año?
Y empezamos a recordar…
Me dicen que lleve fotos. Que tenemos que hacer un álbum porque ha empezado el declive absoluto.
Que Robert tiene ya más entradas que nunca. Que a Cristina, cada vez que bebe, le da por recordar cuando le pedían el carnet para entrar en los antros.
Que la hija de Sonia está preciosa. Y que Deborah se casa el año que viene.
Miro el corcho de la pared de mi habitación. Y nos veo a todos.
Rosi me dice que en el trabajo ha entrado un chico nuevo que la tiene en vilo. Y que tiene ese acento madrileño que tanto me gusta. Que no me lo va a presentar.
- Espera un momento, que pongo el manos libres otra vez, escucha.
Y yo espero. Y luego escucho.
Y oigo ese principio de guitarra que me vuelve loca. Ese primer minuto sin letra que me despierta toda.
Y me entran ganas de comérmelos a besos y a collejas.
- Dilo, dilo, dilo…
Y yo lo digo, por no hacer un feo y porque no me puedo contener:
- Es el mejor principio del mundo para cualquier cosa.
Y estallamos en carcajadas.
Le han dicho a Santi que la ponga en el equipo.
Fue hace años y aún dura la cosa…
Todo fue culpa de un camarero encantador que no gustaba de las catalanas.
Y se dedicó a invitarme toda la noche a lo que allí llaman cacharros.
Tarareé el principio de En algún lugar, de Ducan dhu cientos de veces.
Una y otra vez.
Convenciendo a la gente de que ese inicio de canción era el mejor de toda la historia.
¡Qué digo! De todos los tiempos… ¿a qué sí? ¿A qué sí? Vamos, tararea conmigo.
Pidiéndole a Raúl las llaves de la furgoneta para ir a escucharla.
Porque había que escuchar ese trozo. Y dejar que se metiera dentro.
Que bailara el corazón…algo así decía.
Todo esto me lo recuerdan, para que no me olvide.
- Y si te decían que no era para tanto tú decías: ¡Pamplinas!
- Y teníamos que salir contigo, uno a uno. Meternos en la furgoneta que olía a pintura y escuchar ese principio.
- Hasta que te decíamos que sí, que vale, que era el mejor principio del mundo para cualquier cosa.
[…]
Y me dan ganas de comprar una bolsa de patatas, coger dos tejanos y unos tacones y montarme en el coche. Y plantarme allí. Con ellos.
Y seguir hablando, recordando.
Y vivir un verano más.
Me dicen todos “adeu maca” y cuelgo con ganas de que llegue agosto.
Y suena el teléfono. Sonrío.
Ahí están. Casi siempre en la mismas fechas.
El jolgorio de las tardes de café en “El Lucas”.
Algunos con las cartas y otros juegos de mesa. Y siempre música de fondo.
Bebiendo copas de anís a secas.
Todo muy provinciano, eso no cambia.
Oigo sus voces. Y muchas más voces.
Es muy tierno lo del manos libres para oír saludos al unísono. Pero poco práctico porque no me entero de nada.
- ¿Cuándo vienes?
- Este año no se te escapa la Feria ¿eh?
- Van a abrir un chiringuito nuevo cerca del “chiringuito grande”.
- Oye… Isidoro ha vuelto de Madrid y estará aquí todo el verano, ¿Qué te parece? (Risas)
- ¿Te acuerdas de aquella fiesta para el cumpleaños de Sonia en las Lagunas? ¿Lo repetimos este año?
Y empezamos a recordar…
Me dicen que lleve fotos. Que tenemos que hacer un álbum porque ha empezado el declive absoluto.
Que Robert tiene ya más entradas que nunca. Que a Cristina, cada vez que bebe, le da por recordar cuando le pedían el carnet para entrar en los antros.
Que la hija de Sonia está preciosa. Y que Deborah se casa el año que viene.
Miro el corcho de la pared de mi habitación. Y nos veo a todos.
Rosi me dice que en el trabajo ha entrado un chico nuevo que la tiene en vilo. Y que tiene ese acento madrileño que tanto me gusta. Que no me lo va a presentar.
- Espera un momento, que pongo el manos libres otra vez, escucha.
Y yo espero. Y luego escucho.
Y oigo ese principio de guitarra que me vuelve loca. Ese primer minuto sin letra que me despierta toda.
Y me entran ganas de comérmelos a besos y a collejas.
- Dilo, dilo, dilo…
Y yo lo digo, por no hacer un feo y porque no me puedo contener:
- Es el mejor principio del mundo para cualquier cosa.
Y estallamos en carcajadas.
Le han dicho a Santi que la ponga en el equipo.
Fue hace años y aún dura la cosa…
Todo fue culpa de un camarero encantador que no gustaba de las catalanas.
Y se dedicó a invitarme toda la noche a lo que allí llaman cacharros.
Tarareé el principio de En algún lugar, de Ducan dhu cientos de veces.
Una y otra vez.
Convenciendo a la gente de que ese inicio de canción era el mejor de toda la historia.
¡Qué digo! De todos los tiempos… ¿a qué sí? ¿A qué sí? Vamos, tararea conmigo.
Pidiéndole a Raúl las llaves de la furgoneta para ir a escucharla.
Porque había que escuchar ese trozo. Y dejar que se metiera dentro.
Que bailara el corazón…algo así decía.
Todo esto me lo recuerdan, para que no me olvide.
- Y si te decían que no era para tanto tú decías: ¡Pamplinas!
- Y teníamos que salir contigo, uno a uno. Meternos en la furgoneta que olía a pintura y escuchar ese principio.
- Hasta que te decíamos que sí, que vale, que era el mejor principio del mundo para cualquier cosa.
[…]
Y me dan ganas de comprar una bolsa de patatas, coger dos tejanos y unos tacones y montarme en el coche. Y plantarme allí. Con ellos.
Y seguir hablando, recordando.
Y vivir un verano más.
Me dicen todos “adeu maca” y cuelgo con ganas de que llegue agosto.
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