miércoles, enero 16, 2008

Lógicas Borgianas

Borges decía que el ser humano tiene poca memoria y debe felicitarse por ello. Alegaba que si nuestra memoria fuese firme y clara, capaz de recordarlo todo, no podríamos sobrevivir a los sentimientos de angustia y tristeza. Veía a la muerte como algo positivo, algo que nos permitía intuir de forma inconsciente que tenemos un tiempo limitado y hay que aprovecharlo. Sobre el paso del tiempo como algo inevitable y necesario para cumplir objetivos. Una de las metáforas que más le gustaba utilizar era la del pez; el pez de la pecera que se pasa toda su vida haciendo lo mismo, ir de un lado para otro de la pecera y, al parecer, lo único que le salva es que sólo tiene un segundo de memoria, lo que provocaba que cuando llegaba a uno de los lados no sabía de dónde venía y ello permitía que siempre hiciera lo mismo, con la alegre ignorancia de lo que había sucedido minutos antes. Aunque cuando estudié a este literato tuve momentos en los que percibía cierta excentricidad, lo cierto es que con el tiempo no han sido pocas las veces en que he pensado en el tiempo y la memoria. Porque la memoria permite el recuerdo. Y el recuerdo de algo condiciona inevitablemente el presente que se vive. Y no puedo menos que darle la razón; el ser humano tiene poca memoria, algo que se puede trasladar tanto al transcurso de la historia como a la vida personal de cada uno. ¿Cuántas veces se repiten comportamientos que ya han tenido un resultado negativo? La mejor de las respuestas es “algunas”, la más real, “demasiadas”. Y, al parecer, de esto no hay que echarle la culpa a la estupidez humana –tan recurrente en mis textos-, sino a un proceso fisiológico Resulta que, a excepción de comportamientos que han ocurrido en el desarrollo de la infancia o la adolescencia, el ser humano tiene bastantes problemas para recordar con nitidez los episodios que le afectaron muy negativamente. Los tapona o encierra en algún lugar de la mente, así de extraño. Incluso los mejora o los hace menos malos o dañinos, lo que supone que no vea disparatado repetir una situación igual o parecida. Así que la memoria –sin poderlo evitar-, nos salva y nos condena. Nos salva porque cubre los recuerdos que provocaron catástrofes físicas o emocionales y ello hace que podamos seguir adelante. Y nos condena porque las empequeñece tanto que las distorsiona, con la consecuente amenaza de poder volver a caer en ellas. Así que parece ser cierto aquello de que el tiempo es el bálsamo de muchas heridas. Y por lo visto, la memoria es un colador –con agujeros demasiado grandes- por donde se escurre el tiempo.

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