martes, enero 29, 2008

Derecho de dimisión


Dedicado a Tere, a quien prometí escribir al respecto de lo acaecido un sábado como cualquier otro.

Sábado noche. Cena en Ginos. Muchas risas y alguna foto. La rareza de los hombres sale a relucir. Nuestras propias rarezas también, sólo faltaría no tener capacidad de crítica. Y entonces es cuando más risas hay. Recuento de las últimas citas de cada uno, con detalles que se diseccionan y no se reflexionan demasiado. Los espaguetis, las ensaladas y la carne a la milanesa van desapareciendo. Antes de los postres alguna visita al lavabo, momento en el que Laura y yo acabamos en un almacén, raro pero cierto. Tere está deslumbrante, hacía tiempo que no la veíamos. Para los postres, David se pide una bomba de chocolate de la que Saúl y yo picoteamos. Realmente es una bomba, de sabor y calorías. Núria nos habla de un policía que ha conocido. Como yo a lo largo de la noche, es salpicada por la ironía de Saúl, que esta noche alcanza niveles insospechados vete a saber por qué. Si hay culpas, se las lleva el lambrusco y punto. Había que celebrar que me licenciaba, me lo llevaban diciendo toda la semana, muy osado por nuestra parte teniendo en cuenta que aún no sé la nota y que el examen lo que se dicen bien, bien, no me fue. Pero vaya…era una excusa perfecta para reunirnos, así que sirve. Después de la cena, el grupo se divide y cuatro chicas buscan aparcamiento por la zona de siempre. Hoy han decidido probar otra discoteca, por cambiar. Caminan por la calle sonriendo, quejándose del frío y alguna ya de los pies –pobrecilla lo que aún le queda (yo era una)-. La entrada a la nueva discoteca está completamente vacía y ya son más de las dos…raro raro. Tan raro que decidimos apartarnos para comentar si entramos o no. Y después de juzgar, con miradas sabias de reojo, decidimos entrar. Momento en el que las juzgadas fuimos nosotras con un veredicto sorprendente, cuanto menos por ser novedoso. Nos piden lo que se conoce como entrada VIP. Nos miramos y rebuznamos al unísono. ¿Entrada VIP? ¿Por qué? Es que a este sitio sólo se puede entrar con invitación, dijo el que será bautizado como “el dimisión”. En aquellos momentos, nuestros cuatro cerebros, qua aunque no sean de premio Nobel, tampoco son encefalogramas planos del todo, ya habían concluido que, por algún motivo (seguro que muy coherente y acertado) no éramos aptas para entrar a ese sitio. No sé si fue la sorpresa de semejante desprecio o las ganas de tocar los huevos, el caso es que no me dio la gana de irme y decidí que no estaría de más preguntar, porque preguntando siempre se puede aprender algo nuevo, claro, y a mí siempre me enseñaron que aprender es bueno, bonito y hasta barato. El portero, armadito de todo menos de credibilidad, siguió insistiendo en que no se podía hacer nada si no llevábamos invitación. Ajá, le dije, y ¿por qué no lo ponen en la información? Porque yo vengo de fuera y esta discoteca sale en todo lo que tiene que ver con ocio en Barcelona, si se necesita invitación, cosa en la que no entro (por supuesto, quién soy yo para entrar en si exigen o no invitación), podrían especificarlo para que la gente no se molestara en venir si no la tiene. El pobre hombre, que no debe estar acostumbrado a encontrarse con una niña rebotona y sobria a esas horas, acabó chapurreando: Bueno, pero podemos tener derecho de dimisión, ¿no? Será de admisión, contesté, puede que en un tono de cabreo, no me acuerdo pero es probable. Y seguí: entonces me está reconociendo que no nos quiere dejar entrar y ya está, pero nada de VIP ni historias. En ese momento, otro portero más grande aún (estos chicos no sé cómo se alimentan), con los ojos muy abiertos y espitosos cual persona que ve un fantasma… quizás era por mí, que soy más bien feíca y el hombre no debe estar acostumbrado a enfrentarse a caras así, se acercó y dijo: Un poco de respeto, un poco de respeto, no te rías de él que es extranjero. Tras esa inoportuna interrupción (me gustaría ver el tipo de contrato que le tienen hecho al portero para ver quién se ríe de quién) en la conversación que cordialmente estaba teniendo con el portero extranjero que nos había negado la entrada, le dije que no me estaba riendo y que a qué se debía que tuviera los ojos tan abiertos. Me cubrí de gloria yo solita. Pero que conste que no me estaba riendo, la verdad es que la situación me parecía cómica pero no me estaba riendo de que ese hombre no dominara la jerga nocturna, pobre bestia, suficiente tenía ya con aguantar a las que exigen una explicación cuando se les niega la oportunidad de entrar a un sitio a dejarse la pasta y los pies. Menos mal que no me dio por utilizar la lengua autóctona, porque entonces igual se creen que le estoy insultando y acabamos la noche en comisaría quitándoles la porra a los Mossos. Total, mis amigas, que a ratos me iban tirando de la manga y diciéndome bajito: Carol vámonos, decidieron que, definitivamente, era el momento de irse. Si es que ellas son mucho más inteligentes que yo, a mi me sale la vena sindicalista y pierdo la compostura, coño. Así que nos fuimos, repasándonos las unas a las otras por si acaso llevábamos un trozo de papel de váter pegado al culo, vómito en el pelo o si, de repente, y a causa de un aire inesperado, alguna se había quedado bizca y con la boca torcida y el portero se había asustado. Pero todo estaba en orden, fíjate qué cosas. Así que nos fuimos a otra discoteca de la zona, que, cosas del misterioso destino, es una donde más pegas ponen para entrar, si es que somos unas temerarias… Pero oye, cosas de la vida, entramos sin problema. Pudiera ser que, durante los cinco minutos de distancia que hay entre una discoteca y otra, fuésemos tocadas por alguna varita mágica que nos convirtiera de repente en chicas aptas para bailar y tomar una copa. Pudiera ser. Yo, por si acaso, después de esta experiencia tan traumática que me ha dejado la autoestima por los suelos al ser rechazada sin contemplación y que me costará una pasta en terapia, que, por supuesto, pienso reclamar al extranjero y al de los ojos muy abiertos, me proclamo partidaria un VIP nuevo. El que tiene que ver más con dimitir que con admitir.

1 comentario:

Tere Gonzàlez Meseguer dijo...

Me presento...soy la Tere, la amiga de la propietaria del blog a quién va dedicado el artículo...se lo pedí yo que lo escribiera, cierto, había que dejar constancia de un episodio tan patético y no menos absurdo. Hay que ver...es bien cierto que se sabe como empieza la noche pero es una verdadera incógnita como va a terminar, sin duda. Cuatro niñas, monísimas de la muerte (modestia aparte ;-) llevándose tal chasco, nunca sabremos porqué... en la puerta de ese local. ¿¿¿Los mas perjudicados...??? ¡¡¡Los tíos que estaban ya dentro que se perdieron nuestra entrada triunfal!!!! Jejeje!!! ¡Arriba el ánimo chicas que nosotras lo valemos! Una noche divertida y como dice la petardilla... ¡que no tarde en repetirse!