viernes, marzo 28, 2008

De nuevo

Cabezonería. Utopía. Diga-li com vulguis. El caso es que sigo, a pesar de los pesares... y a pesar casi de mi misma, sigo. No pudiendo evitar ideas, no pudiendo evitar un sentido que se parece a la responsabilidad para con algo que, en sentido global, no suele contar conmigo.

Pero que me mira ahí, desafiante diciéndome: "¿De verdad te quieres olvidar de mí con lo que eso supone? Y es que supone demasiado. Supondría romper entrocitos y tirar a la papelera hojas que he estado elborando durante años. Pensamientos que me convirtieron en lo que soy. Horas y horas, sonrisas y penas en pro de algo que es importante. Porque lo es, de eso no hay duda.

Lo que se pone en duda, en todo caso, es para lo que sirve. Y una vez te cuestionas la utilidad, pasas a cuestionar si tu tiempo lo vale. Si esas pocas horas que quedan después de "cumplir" con esta sociedad, son merecedoras de algo así. Porque el tiempo de cada uno es oro. Y lo es hasta para perderlo con consentimiento. O para pasear por el paseo de la playa de la Barceloneta dándote cuenta de que pronto llegará el verano. Intentaba recordar la cantidad de horas de oro líquido que ya había vertido -que no derramado- en todo esto, sentada en mesas redondas llenas de gente que decía pensar igual. Defendiendo posturas que, por coherencia, no debería tener ni necesidad de defensa. Peleando sin descanso contra demagogos hipócritas que encima son creídos por sus receptores. Viendo intereses en el interior de cajones donde, supuestamente, se escondían unos valores intachables.

En todo esto andaba yo estos últimos meses, intentando encontrar una respuesta contundente a la pregunta de si vale la pena seguir. Y no consiguiendo llegar al "no" que, en el fondo, anhelaba por comodidad y temía por principios.

No pude llegar al no y ahí estoy de nuevo. Y ya empiezo a pensar que, de alguna manera, siempre lo voy a estar. Pensando que las cosas pueden cambiar, que si me lavara las manos perdería el derecho ante mí misma a enjuiciar decisiones y consecuencias. Pensando en que desentenderme de algunas cosas sería empezar una carrera contra reloj hacia uno de los peores cánceres: la resignación.

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