jueves, marzo 06, 2008

-Un momentito por favor, ahora vienen a buscarla.
-De acuerdo- dijo mientras me siento.

Encima de la mesa hay varios ejemplares de diarios, pero vaya, que todo son de la misma línea, y también un National Geographic. No estoy ahora como para entristecerme, así que el National está bien.
Mientras intento entender un estudio científico sobre el desarrollo de embriones gemelos, mis ojos se desvían a las paredes. Hay murales colgados, llenos de dibujos y de palabras que llaman a la paz y a la bondad. Me levanto para verlos mejor. Hay muchas manos dibujadas, de todos los colores y formas. Algunas no tienen los cinco dedos, pero son igualmente manos. Y también hay muchos círculos coloreados con azul y verde. Son mundos.
Pasan por mi lado tres niñas de no más de cuatro años. Llevan una bata a rayas blancas y rosas. Y también llevan coletas y sonrisas.
Vuelvo a sentarme y ya paso del proceso de los embriones. Cojo el móvil y me pongo a contestar un mensaje que debí contestar ayer.
Un señor con traje se acerca.

- ¿La señorita Carolina?
-Sí- dijo mientras le estrecho la mano.
-Encantado, pasemos a mi despacho, por favor.

Le sigo por un pasillo muy largo y muy blanco. Se respira una seriedad rara, como si fuera de pegote. Malo. Ya no me gusta.
Entramos a un sitio que no es un despacho. Hay una mesa grandísima y ovalada con muchas sillas.

-Siéntese, por favor.
-Gracias, -digo mientras pienso qué me explicaron un día sobre el significado de que te sientes más o menos cerca de la puerta, pero no me acuerdo. Así que la silla en la que me he parado ya está bien.

Él se sienta frente a mí con un montón de papeles. Y me mira sonriendo. No sé a qué viene ahora el intento de relajamiento después de tanto formalismo. Vale, quizás es que yo no estoy acostumbrada al formalismo y lo veo excesivo.

-Cuénteme, ¿qué ha estudiado?
-El comportamiento de los monos- me dan ganas de decir. Pero de mi boca sale Filología Hispánica. Ya está, ya estoy cínica perdida.
- ¿Hizo usted el CAP, no es así? – este tío o no se ha mirado mi currículum o está poniendo a prueba mi memoria reciente.
- Sí.
-¿Y qué le enseñaron ahí?

Durante unos segundos pienso que la pregunta es broma. Vaya, que igual, este buen hombre pretende que le recite un programa establecido por la UB. Aún así, un criterio correctísimo sale de mis labios.

-Psicopedagogía y didáctica- dijo muy seria. Me intento centrar y dejar de pensar en la ganas –no sé si del todo justificadas- que tengo en salir corriendo de ese edificio.
-De acuerdo.

El hombre baja la cabeza hacia el montón de papeles. Es una entrevista muy rara. La habitación es tan fría y el ambiente tan soberbiamente recargado que me dan ganas de coger un lápiz y pintar en esa enorme pared. Y no sé porqué pero pintaría un ojo enorme.

- ¿Qué significa para usted la educación?
- Verá, diría que consiste en que el profesor transmita conocimientos a los alumnos, ¿no cree?- ya he decidido no trabajar en ese colegio, es definitivo.
-Exacto- contesta el perfecto traje con ojos que tengo en frente. ¿Cómo se definiría usted en tres palabras?

Eso lo había oído en las pelis, y quizá en boca de alguien, pero jamás pensé en la respuesta y no sé lo que contesté, aunque algo dije de comunicadora.
Vuelve a remover papeles.

-Tiene usted un buen currículum para lo joven que es,- Creo que no se ha mirado mi fecha de nacimiento.
-Gracias.
-¿Por qué, además de estudiar y trabajar, se ha dedicado a actividades sin ánimo de lucro?

Sonrío. Pongo las manos encima de la mesa.

-¿Me podría decir qué cursos, asignaturas y horarios se me ofrecen?
-Por supuesto. Lengua y literatura castellana de primero y segundo de bachillerato. ¿Qué opina de la disciplina?
-Que es buena en su justa medida siempre que no vaya acompañada de la soberbia.
Sus ojos se abren mucho. Yo, en un rápido movimiento, agarro las asas de mi bolso.

-¿Está usted confirmada? – lo sabía, lo sabía, lo sabía.
-Sí.
-¿Cree que está capacitada para dar clases de religión? – me está creciendo algo en la entrepierna, lo noto.
-No tengo formación en ese sentido. Doy lengua y literatura.
-¿Por qué le gusta la lengua y la literatura?

En ese momento, reclino mi espalda hacia atrás. De acuerdo. Le hablo como si tuviera delante a cualquiera de los chicos que me preguntan eso en una primera cita. Hablo mucho rato, y él no me interrumpe.

- Veo que pese a su juventud tiene las cosas claras.

Me muerdo el labio para no decirle que él, pese a su edad, tiene un encefalograma plano y no entiende nada. No le doy las gracias por el supuesto y avispado comentario.
-Ha estudiado usted en colegios privados y religiosos.
-Sí.
-Aquí cuidamos mucho las formas. Queremos que nuestro profesorado vaya acorde a unos valores determinados.
-Claro.- No pienso incitarle a que siga en ese sentido. Ni en ningú otro, la verdad.
-Bien- dice. Era usted la última candidata. Debo hablar con el consejo y mañana le informo del veredicto.


¿Consejo? ¿Veredicto? Me levanto de la silla imaginando que tengo los pelos de punta. Y pienso que esto lo tengo que escribir en el blog.

Abre la puerta y me deja pasar. Me ha mirado el culo.
Después de volver a recorrer el largo pastillo llegamos a una especie de pecera que debe ser administración. Él le dice a la chica de dentro que me acompaña a la salida.

Llegamos a la puerta, me estrecha la mano y promete prontas noticias.

Salgo de allí rebuznando y siento un escalofrío que no acaba de ser físico. Me subo en el coche y enciendo un cigarro. En ese momento veo pedantes hasta los semáforos.
Decido ir a ver a mi hermano, que me ha dicho que se ha hecho rastas y aún no se las he visto.
Después de comer suena el teléfono:

-¿La señorita Carolina? – ¡Juas!
-Sí.
-Llamamos por la entrevista de esta mañana, ha sido usted la persona seleccionada. ¿Cuándo puede incorporarse?
-Verá, lo lamento pero ya no tengo disponibilidad.
-¿Alguna otra oferta?
-Sí.
-Lo lamento.
-Gracias, buenas tardes.

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