martes, febrero 12, 2008

Tarde de domingo

Picasso nunca ha sido santo de mi devoción. Aunque ahora le tengo más simpatía. Es por culpa de su colección personal y de unas palabras que él mismo dijo en una entrevista. Habló con soltura de la venta del artista al público. Del bajo precio del asombro y la admiración de lo que no se entiende, simplemente por ser diferente. De los ignorantes aduladores que proporcionan éxito.

La idea de le ocurrió a Judith. Durante unos meses el museo Picasso recoge su colección personal. Contra todo pronóstico lo mejor no fueron las pinturas. Al menos para mí. Me quedo con el sitio que alberga el museo, con los arcos ojivales, la piedra fría marrón y las callejuelas que lo rodean. Y con los músicos que tocan en la entrada. Selva de mar se hacen llamar.

Se dice que el verdadero arte provoca algo. En ese caso yo vi arte, pero no fueron precisamente los de Picasso los que me provocaron, aunque sí algunos cuadros de su colección que tocaban el realismo más absoluto.

La ideología del surrealismo de Picasso es válida, incluso tiene algo de genial el toque cubista, con ángulos que la parte más relativa del cerebro asume como diferentes formas de entender una misma realidad. Pero visualizar esa teoría en el lienzo nunca me ha sido efectivo. Lo más, en todo caso, serían esos colores fuertes y primarios que envuelven con rotundidad la totalidad de lo que se mira. Fuerza quizás, como mucho.

Había bastante gente. Los museos son sitios donde –sin querer- te dispersas y te aíslas en ese silencio que parece erudito y que recorre tanto las mentes sublimes como las ignorantes de los que admiran obras y explicaciones colgadas.

La gente que mira un cuadro, también es un cuadro. Lo son sus caras y sus poses. Sus miradas distraídas o profundas. Esas que pueden ir a buscar algo en concreto y emocionarse o que sólo divagan por formas.

El arte que firman nombres que tienen fuerza en la sociedad te exige algo. Es una especie de deuda. La promesa silenciosa de querer apreciar lo que se debe apreciar. Porque, al parecer, la valía de algo pasa necesariamente por el reconocimiento colectivo.

Bostecé sin reparos ante una habitación entera dedicada a la visión que Picasso tenía sobre Las Meninas. De la misma manera me atonté ante otras pinturas que no eran de él, como la de una muchacha en pose relajada que miraba de frente, con ojos negros y grandes y rostro pálido. La fuerza de una francesa fue lo que Picasso admiró en ese lienzo.

Laura quiso entrar a la tienda. No miento si digo que lo del marketing supera ya cualquiera de mis expectativas. Había hasta mantelitos de plástico con el relieve de alguna obra. Lo encontré cutre. Había algún libro sobre arte en general que valía la pena, eso sí.

El reencuentro de las tres -después de que cada una estuviera en su propio mundo tras el viaje artístico del momento-, tuvo conclusiones unánimes: no mata pero la tarde ha estado bien. Creo que todas nos referimos a pasear por las calles del Gótico, de esa zona de Barcelona tan especial, observar a la gente, hablar de nuestras cosas y escuchar la música de la entrada del Museo, regalo de unos artistas anónimos.

2 comentarios:

Bright Entries dijo...

Yo ya lo digo, ya... existe tres tipos de arte: el arte de "artificium", el arte "de frío" y el arte "de tomar el pelo", que éste, "mal que nos pese", es el más extendido...
¿Tú con cuál te quedas? ¿Con el que crea "artefacto", con el que hiela el criterio artístico o con el que consiguen vender andróminas a precios desorbitantes?

Por lo visto el Museo Picachu no nos provocó vuelcos en el corazón; ni siquera una leve punzadita...

PD:Pásate por mi blog, anda; que yo también he escrito mi crónica sobre ayer...

señor x dijo...

estoy de acuerdo con la idea que no sólo aquello que está expuesto es el museo, sino también su entorno; dicho esto, a mí tampoco me apasiona Picasso, ni en general el estilo de las llamadas vanguardias; creo que si algo me caracteriza en arte es cierto gusto por lo clásico… debería pensar entonces que Picasso es un mediocre pintor pq a nivel particular no suscite emociones? Claro que no, pero entonces… cuál es la ecuación que relaciona una obra y gustos personales… probablemente no hay respuesta, pq tampoco hay verdad en arte (verdad única se entiende) …y si existiera, qué maestro la poseería por entero? Caravaggio y su tenebrismo, el costumbrista Velázquez? el Picasso-cubista o el Picasso-azul?? Afirmar que hay una verdad en arte es tan extravagante como afirmar que existe un perro-verdad, un macarrón-verdad o un barco-verdad… y de haberlo, cómo es el barco perfecto? grande?pequeño?con o sin velas? un bergantín, puede que una fragata??. No hay verdad en arte.