Si eso, me doy una vuelta mientras te espero. Me tomo un café en el Zurich y miro la gente pasar. Puedo inventar historias de los que pasean cogidos de la mano, o de los que van solos, mirando al frente, luego te las cuento. También puedo imaginar sobre los que van silbando, ajenos al mundo, ipod en mano. Como no llegas, me lanzo Rambla abajo, que siempre es interesante ver lo que se cuece entre tanta gente y tanto país. Hay verdaderos artistas callejeros, les daba una medalla a casi todos. Pero no me quiero entretener demasiado, no sea que te haga esperar. Huele bien, creo que es de la panadería de la acera de la derecha. Sí, hacen unos gofres estupendos, voy a comprar dos, uno de chocolate para mí y otro con nata para ti, espero que te guste la nata (nunca se me ha ocurrido preguntártelo) y espero también que no se caliente en mi mano. Justo en este quiosco por el que paso ahora trabaja una compañera de la Universidad, siempre dije que un día me pasaría a verla pero no lo hice, a ver si está hoy, hace tiempo que no hablamos. El quiosquero me dice que hoy libra, que le toca mañana, una lástima. Ojeo las revistas por encima, cuánta mujer guapa y cuántas vidas maravillosas, tendré que replantearme mi sencilla existencia pero, mientras, sigo caminando. Yo no sé de qué material es la cabeza de estos chicos que bailan hip-hop porque yo, poniéndome al revés y haciendo semejantes movimientos, seguro que me escalabro y acabo en un hospital con mi pintoresco cerebro partido en dos. Tienen bonitos cuerpos, eso es cierto. El tuyo no es tan perfecto, pero me gusta. Voy a bajar un poco más, que empiezo a oler a mar, seguro que aún no has llegado y si lo has hecho, por esperar un día no te morirás, te llevo mucha ventaja en eso. Interesante descubrir que unos calcetines verdes de lana gorda se pueden combinar con unos taconazos de vértigo, añadiendo como complemento estrella una gran sonrisa, la chica tiene estilo. El gofre estaba buenísimo, quizás te robe un poco del tuyo. Hay una mani al final de la Rambla, veo mucha gente. Es anti-taurina, los carteles que enseñan son demasiado gráficos, supongo que reclaman miradas. Una chica lleva un altavoz blanco, igual que esos que salen en las pelis de policías, un día me compraré uno y te gritaré al oído que estoy aquí, a ver si va a resultar que tienes problemas de sordera y yo sin saberlo. El humo de mi cigarro no me deja saber si ya huele más a mar, lo voy a tirar, aunque un último beso nunca sobra. Mira, se me acaba de ocurrir que quizá tenga una relación besical con el tabaco, suena mejor que una relación de dependencia. Ahora que he tirado el pitillo huelo mejor el mar. Queda mucho para que pueda volver a estirarme en la playa y untarme de esa crema milagrosa que dicen que protege, hidrata, tonifica, reafirma, suaviza y pone morena, vamos, sólo le falta lo que te falta a ti, que me invite a cenar. Los leones que rodean a colón siempre me han impresionado, son enormes, recuerdo haberlos escalado cuando no levantaba metro y medio. Tengo mucha hambre y tu gofre se está deshaciendo, es octubre pero hace calor, ya sabes…culpa del cambio climático que trae a medio mundo de cabeza y al otro medio sin cuidado. Prefería el de chocolate pero la nata tampoco está mal, tengo que controlarme un poco porque como demasiado dulce, quizás algún día me pongo a dieta, sí, cuando me deje de gustar el chocolate, está decidido. Voy a empezar a subir, que ya es un poco tarde. Me gusta pensar que estás esperando, que me buscas entre la gente, aunque me da que tú, como me pasaba a mí antes de conocerte, no eres de esperar con aplomo. Bueno, si eso te daré un beso con sabor a cigarro, nata y chocolate que seguro que te calma. He disfrutado del paseo, casi me he olvidado de ti. El ascenso está siendo más rápido, puede que sean las ganas de verte pero estoy casi convencida de que sólo es porque lo que estoy viendo ya lo he visto hace muy poco y ha perdido interés. En lugar de ir por el medio cruzo para ir por la acera de la izquierda, seguro que tardo menos si tengo que esquivar a menos gente, está claro que ya he dejado de disfrutar del paseo. Me topo de cara con un conocido, sí, justo el amigo de un amigo con quién poco tienes en común, pero bueno, educación ante todo. Dos besos y preguntas típicas, un “me están esperando, que vaya bien” y dos besos más. Es un tío majo, pero moriría lentamente si volviera a quedarme a solas con él. La vez que ocurrió fue memorable, el chico, no sé ni porqué, ni cómo, ni a santo de qué, me habló de la larga y penosa experiencia que tuvo con la varicela y de su superación estoica y yo, por no desentonar, acabé hablando de enfermedades contagiosas muy peligrosas. Un poema, vamos. No te he comprado otro gofre, si eso, ahora vamos juntos y escoges el que más te guste.
Ya he llegado y no estás, vaya…va a resultar que no vas a venir. Menos mal que al subir no te compré otro gofre, porque hubiera acabado fundiéndose con los dos que ya están en mi barriga. Me voy a fumar un cigarro, por si acaso te ha surgido algo en el último momento. Me suena el móvil, no creo que seas tú, casi nunca llamas. Es Luisa, que está intentando aparcar por el centro, lleva tres vueltas y no encuentra sitio, dice que si estoy cerca podemos tomar algo o irnos a otro lado donde haya más “jodidos aparcamientos”. Otro lado me parece bien. Ahora mismo está en Plaza Urquinaona, dice que en cinco minutos se planta en el Zurich si “los malditos semáforos se ponen en verde”. Ya ha llegado, me subo en el coche y nos vamos. Me encanta esta mujer, fuma, dice palabrotas y nunca se pondría calcetines de lana con tacones.
Si eso, mañana te digo que me cansé de esperar.
Ya he llegado y no estás, vaya…va a resultar que no vas a venir. Menos mal que al subir no te compré otro gofre, porque hubiera acabado fundiéndose con los dos que ya están en mi barriga. Me voy a fumar un cigarro, por si acaso te ha surgido algo en el último momento. Me suena el móvil, no creo que seas tú, casi nunca llamas. Es Luisa, que está intentando aparcar por el centro, lleva tres vueltas y no encuentra sitio, dice que si estoy cerca podemos tomar algo o irnos a otro lado donde haya más “jodidos aparcamientos”. Otro lado me parece bien. Ahora mismo está en Plaza Urquinaona, dice que en cinco minutos se planta en el Zurich si “los malditos semáforos se ponen en verde”. Ya ha llegado, me subo en el coche y nos vamos. Me encanta esta mujer, fuma, dice palabrotas y nunca se pondría calcetines de lana con tacones.
Si eso, mañana te digo que me cansé de esperar.
2 comentarios:
Carol, me gusta especialmente el estilo de esta narración autodiegética y ¿sabes por qué? Porque ¡por fin oigo tu auténtica voz interior en el relato! Los escritos anteriores se parecen más a un relato de palabras, es decir, de pensamientos que no propiamente un flujo de conciencia como lo es éste. Lo cierto es que a medida que lo vas leyendo te va dando la sensación que el lector pasea junto a ti por la Rambla. Semplicemente mi sembra COLLONUT!
¡Precioso! Estoy totalmente de acuerdo con el comentario de e@dem. Es genial ver cómo has reflejado la grandeza de un sentimiento en un millón de cosas pequeñas que, a fin de cuentas, son las que encadenan nuestra existencia. ¡Me encanta!
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