lunes, noviembre 12, 2007

La broma cósmica


Podría ser cierto que todos formáramos parte de una broma cósmica. Al menos, sería la explicación a extraños sucesos que parecen estar fuera de nuestro alcance. Cosas que ocurren sin más, sin motivo, contrarias a lo que se supone que debía suceder o, simplemente, hechos sorprendentes que nos hacen menear la cabeza, como atontados. Se le puede llamar broma cósmica, destino, casualidad o cualquier otra cosa, pero el significado acaba siendo el mismo o al menos, aludiendo a lo mismo, a una especie de fuerza superior que parece dominar nuestra vida sin que nuestros planes cuenten demasiado. Es peligroso darle demasiadas vueltas a esta posibilidad porque podría llevarnos a encontrar la inutilidad de la voluntad. Hay que creer que nosotros tenemos el poder de algo, es lo que prima hoy en día y probablemente no esté mal pensado porque incita al afán de superación y a la creencia de que mucho depende de nosotros mismos. Sea como sea y vivido lo vivido, hay que contemplar la posibilidad de que el cosmos tenga para nosotros unos planes diferentes a los que queremos.
Hay muchas teorías sobre este tema, tantas, que probablemente ninguna sea de todo cierta. A mi, esto del destino, tan pronto me suena a pantomima como a cierto, según lo que me interese, claro. No es faena mía averiguar si lo que me interesa es lo que yo decido o lo que el cosmos ha decidido a mis espaldas.
Que no podemos elegir tanto como nos gustaría creer, es una premisa que voy viendo clara con el paso del tiempo, pero de ahí a afirmar que una fuerza superior guía nuestras vidas, hay un trecho tan grande como el Titicaca, que es el segundo lago más grande de Sudamérica, y además, el culpable de que en quinto de EGB me castigaran por nombrarlo; la profesora creyó que intentaba hacerme la graciosa. Es un lastre que arrastro el que la gente crea que bromeo cuando hablo en serio. Vuelvo al cosmos que me pierdo en su grandeza… el temita del destino está unido sin remedio a la cuestión religiosa, a unas leyes divinas que anuncian destinos ineludibles para cada ser humano, caminos de vidas escritos en páginas celestiales en los que se leen las respuestas a nuestras miles de preguntas. Y nosotros sin poder acceder a la lectura, válgame Dios. Aunque claro, quizá forme parte del destino el que sepamos que está todo escrito y dicho pero no tengamos acceso a ello. Claro, si es que nuestro cerebro se ha desarrollado tantísimo a lo largo de los siglos, que somos capaces de encontrar justificación y explicación a todo aunque en realidad no la tenga. Por si acaso, me he parado a escuchar al cosmos-destino-casualidad, y, aunque no estoy muy segura de dónde viene la información, el mensaje ha sido claro: es sabio no hacerse según qué preguntas y no buscar según qué respuestas.

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