martes, abril 15, 2008

Reflejos


¿Lo ves? El papel entre los dientes de tu móvil, digo.
Un móvil franqueado por otros dos. Con otras historias. En un septiembre. En un conocido apartamento que hace las veces de refugio intelectual y emocional.

En esa mesa de madera donde hemos comido pollos a l’ast que nos peleábamos por pagar. Y patatas, claro.


¿Ves la ventana? Ésa que da a la plaza de iglesia. Por la que entra el sol de la costa y un tímido aire balancea las cortinas blancas del otro ventanal.
¿La ves a ella vaciando ceniceros que tú no llenas? Sí, seguro que la ves.
¿Y el enorme espejo adentrado en los abismos de la belleza reinventada? Ése que reclama acicalamientos para vagar por pasillos de una gran superficie en busca de vodka.

Justo ese. El que ahora no te devuelve el reflejo esperado.

¿Ves las almohadas y las palabras interminables que amenazan con magnificadas luchas internas? Las predicen y, haciéndolo, sentencian su duración.

Ahí, en el mismo cemento que pisabas a diario hace años. El mismo que sigue acariciando los tacones tus botas nuevas acabadas en punta. Con la misma ilusión que antaño tenías por las que acababan en forma redonda.

Lo mismo. Porque hay cosas que no cambian. Aunque puedas olvidar que no cambian.

Alguna retrató ese trío de espera. Porque las tres miradas hablaban el mismo idioma aunque sólo se vean un par de ojos. Preludio de una caminata que desembocó en sandalias empachadas de arena.

Y paseos inquietos de brisa y palabras. Mientras otras grababan un corto con comentarios jocosos. Dispuestas a abrazar cualquier final.

Cinco minutos después de tu supuesta pérdida ya estabas sonriendo. Acompañando a dos bocas más mientras te visualizabas en imágenes recién horneadas que iban a suponer una masacre que nunca fue tal.

Los malos momentos no son pérdidas. Bien lo sabes. Bien lo sabemos aunque cueste recordarlo.

Y recuerda… conviene que no olvides ahora. Que todo lo que mantienes es aquello que te vale la pena. Que te la vale a ti.

Que todo lo que no te cuestionas perder es lo que nunca perderás.

Y esas miradas, esos papeles, esas esperas y divagaciones volverán a repetirse. Entre las mismas risas, entre las mismas paredes de ese refugio costero. Entre lo importante. Entre reciprocidad.

Y así, te irán quedando recuerdos de vientos del este. Vientos que alguna vez gritaron tu nombre con fuerza y luego se perdieron en la lejanía. Sin más.
Y tú seguirás allí, sabedora de que así, todo está bien.

1 comentario:

Miradaenfuga dijo...

Gracias por recordarme lo importante. También por serlo. Y por tantas más cosas...