En el quicio. Apoyando la cabeza de lado mientras el cuerpo se resiente con pose cansada.
Demasiadas situaciones, demasiadas coincidencias ya.
La hartura me puede. Digo yo, que ese genio que siempre sale a relucir en las descripciones que me aluden, debería servir para algo. Digo yo.
Porque siempre sale a relucir. Lo que ya queda más escondido es lo que eso supone. Que es la adjudicación sin permiso de un rol hacia mi persona. Un rol presupuesto que nadie me ha preguntado, por cierto. Y digo yo que algo tendrá que decir la que lo engendra. Digo yo.
Porque debe ser que todo está en la forma y no en el contenido, debe ser eso. Y yo, que me guardo de guardar las formas, veo mis pelos arrancados y tomados.
Que debe ser cosa mía, digo. Que no me lo sé montar bien.
Que la justicia ha perdido valor. Y que pena.
Que la sinceridad no sólo molesta. Que es que además incomoda y enfada. Que esa fea costumbre de callar en pro de una tranquilidad fingida está demasiado de moda. No sea, claro, que te malinterpreten o que quedes mal. Qué cosas.
Que decir las cosas claras, así, como se piensan y se sienten es tener genio. Pensaba yo que el genio tenía que ver con gritar o tener malas maneras. Pero no, el concepto se ha sobrevalorado y abarca también eso, el no callarse. Qué cosas.
Que una ya se plantea hasta si la culpa es suya, por no dejar la boca cerradita, como un piñón carmesí.
Si es que…Hasta el quicio estoy. Hasta el mismo quicio.
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