Por vosotros, que siempre estáis ahí, cuando llueve, cuando hace sol, cuando me quejo, cuando me río.
Por vosotros, que suponéis un escape de las obligaciones. Por vosotros, que me hacéis saber que os tengo cerca. Por vuestra felicidad que muchas veces supone la mía, por vuestras tristezas, que compartís y superáis. Por vosotros, por enseñarme lo que no se me ocurre, por ofrecerme tanto…Por escucharme, por regañarme, por ablandarme, por enfadarme, por alegrarme…gracias.
Por confiar y dejarme confiar, por levantarme y por dejar que os levante, por compartir y crear algo que no tiene palabras. Por reírnos de nuestros defectos, por aunar fuerzas para superar los contratiempos, por pasarlo en grande delante de una coca-cola, por mil horas al teléfono, por los abrazos, por las historias que nos contamos, por los besos, por la mala leche, por el cariño, por las juergas, por la confianza, por las fotos, por las celebraciones, por los buenos ratos, por los libros prestados, por los recuerdos, por los proyectos futuros, por las canciones compartidas, por las emociones…porque mi vida no sería igual sin vosotros…faltaría algo grande.
Un besazo :-)
"Atrapada en el tiempo"...primer título de una trilogía basada en la posibilidad de mezclar fantasía y realidad para una mayor intensidad de las vivencias. Ubicada en la mágica Escocia, llena de tradiciones, clanes y supersticiones nos muestra cómo ser fiel a nuestros principios y cómo disfrutar de lo cotidiano vivamos cuando y dónde sea.
miércoles, julio 18, 2007
viernes, julio 13, 2007
A esos pobres diablos
Es probable que muchos de vosotros conozcáis a Carmen Laforet, una de las mejores escritoras catalanas del S.XX. Una de sus obras más conocidas es El Nada, obra maestra que además recuerdo con cariño porque fue una de las preguntas en mi examen de selectividad. Recientemente he vuelto a sentir curiosidad por las obras de esta autora, quizás por la nostalgia de estar acabando la carrera, quizás por el buen sabor que me dejó la novela…el caso es que después de unas cuantas vueltas por el Fnac encontré sus cuentos completos bajo el título de Carta a Don Juan que es precisamente uno de los relatos que contiene el libro. Sin querer desprestigiar a nadie y dando tan sólo una opinión, os diré que siempre he dado un valor especial a los relatos, a los cuentos cortos que en pocas páginas consiguen atraparnos y dejarnos con una sensación completa que nada tiene que envidiar a las extensas obras. Aprovecho, ya que va de cuentos, para recomendar también la lectura de los cuentos de Carmen Martín Gaite, otra excelente escritora del S.XX que a pesar de ser también más conocida por sus novelas, editó una selección de cuentos exquisitos.
Cada uno tenemos nuestras preferencias y yo me atrevo a compartir con vosotros uno de los cuentos de Carmen Laforet, un cuento fascinante, que destapa las verdades de amores que encuentran la belleza en el desasosiego y el anhelo, que no conocen los mares en calma, que tienen algo de peligrosos y que finalmente sirven para enseñar el sosiego de acceptar un cálido sol sin desear las tormentas.
"Fue muy bello, señor, aquel largo paseo crepuscular por las afueras, cuando yo sabía que era Usted el diablo. Un místico diablo de largos dedos, alto, con una sonrisa blanca y mundana y unos ojos cansados que a instantes se animaban tan vivamente que en su brillo advertía yo el esplendor de joyas rotas que arde en su lejana y secreta morada, señor.
El buen olor de caminos con barro de septiembre y el brillo de las grandes estrellas que Usted hizo bajar hasta mis ojos me llena de emoción ahora, al recordar aquel paseo de otoño. He de explicarle cómo le adoraba mientras andábamos juntos, porque con sus palabras sentía que mi alma se volvía dura y transparente como el cristal...sí. Sabía Usted bellas leyendas de hechicería, y mi alma cantaba a su compás, pura, nítidamente, como el cristal, como la plata, como una luna golpeada, y quemaba su ardor como el hielo vivo. Por eso le adoraba…su tortura. Una extraña tortura incrustada en su ser como un difuso bajorrelieve de dolor, me hacía fascinante aquel infierno suyo, amado y fastuoso, donde se transformaba todo, se retorcía todo ásperamente, sin más sonidos que una música baja…
Le adoraba por su maldad también. Por aquel gran encanto de su maldad. Le adoraba porque sabía que, cuando no nos viéramos ya, me quedaría su infierno como un regalo monstruoso suyo…Y su bello dolor sin causa y sin alivio sería mío…Un amor malo y exquisito por Usted, señor, tal vez…
Imposible…¡qué bella palabra, qué alta y qué brillante! Para mi, aquella noche, resumía toda su vida arrodillada, por una graciosa y fantástica hipocresía suya, junto a mi vida suave y clara, emocionable y pequeña.
Y cuando Usted ardía, con mi mano en la suya, la noche entera se hizo imposible para mí…el barro de los campos se volvió cobre rojo, puro cobre durísimo de apagado brillo. Y los tréboles eran de metal verde, frío, como sus llamas, señor. Y la hoja de plata de un álamo me rozó la mejilla como un fino cuchillo de acero.
Mi casa con las ventanas encendidas se quedó al borde del camino olvidada…y seguimos andando…porque aunque habíamos venido muy despacio hacia ella, no fue nuestra meta.
Yo me sentía en el extraño mundo donde la vida está parada siempre, los astros más bajos, las flores fastuosas y doloridas como joyas, y la felicidad de respirar no existe ya, porque no se respira el aire azul oscuro y sólo se vive en la sonrisa del único instante…
Levanté mis ojos hacia Usted; los suyos lucían vivamente. Le sonreí con angustia porque entonces debíamos separarnos. Creí que nunca en mi vida iba a olvidarle.
Y entonces se inclinó Usted, rápida y fuertemente hasta mi boca y me besó…Sus labios eran humanamente calientes y atractivos, señor…¡qué diferentes a sus largos dedos mágicos! El puro hielo cristalino que hacía mi ser vibrante y tenso se deshizo con suavidad en sangre que latía…
Todas las hondonadas de la tierra tibia estaban llenas de blanda hierba verde, que daba un olor húmedo y espeso…y mi casa allí abajo me llamaba con gente alrededor de una mesa servida…
Y Usted no pudo comprender mi risa, pero palidecía herido y suplicante. Y yo…yo era lo imposible entonces. Lo que no se puede tocar y se desea. La ilusión venenosa de sueños solos. Al despedirnos me suplicaba aún sin palabras ¿qué?... Que me dejase hechizar nuevamente, tal vez… ¡Qué pueril me parecía su deseo! Le hubiera acariciado…
Imposible, imposible. Nunca sabría llevarme a un mundo nuevo otra vez…Pero le quiero mucho, no esté triste. De verdad que le quiero, dije al cerrar la puerta. Y no podía remediar reírme. Me asomé a la ventana y le vi que se iba, despacio, por la esquina.
Su bello traje de demonio, negro, se había enganchado como en un zarza en mi risa y colgaba triste, desgarrado, con su carne morena de hombre estremecido del frío de la noche…
Me conmoví, señor, quiero que Usted lo sepa.”
Cada uno tenemos nuestras preferencias y yo me atrevo a compartir con vosotros uno de los cuentos de Carmen Laforet, un cuento fascinante, que destapa las verdades de amores que encuentran la belleza en el desasosiego y el anhelo, que no conocen los mares en calma, que tienen algo de peligrosos y que finalmente sirven para enseñar el sosiego de acceptar un cálido sol sin desear las tormentas.
"Fue muy bello, señor, aquel largo paseo crepuscular por las afueras, cuando yo sabía que era Usted el diablo. Un místico diablo de largos dedos, alto, con una sonrisa blanca y mundana y unos ojos cansados que a instantes se animaban tan vivamente que en su brillo advertía yo el esplendor de joyas rotas que arde en su lejana y secreta morada, señor.
El buen olor de caminos con barro de septiembre y el brillo de las grandes estrellas que Usted hizo bajar hasta mis ojos me llena de emoción ahora, al recordar aquel paseo de otoño. He de explicarle cómo le adoraba mientras andábamos juntos, porque con sus palabras sentía que mi alma se volvía dura y transparente como el cristal...sí. Sabía Usted bellas leyendas de hechicería, y mi alma cantaba a su compás, pura, nítidamente, como el cristal, como la plata, como una luna golpeada, y quemaba su ardor como el hielo vivo. Por eso le adoraba…su tortura. Una extraña tortura incrustada en su ser como un difuso bajorrelieve de dolor, me hacía fascinante aquel infierno suyo, amado y fastuoso, donde se transformaba todo, se retorcía todo ásperamente, sin más sonidos que una música baja…
Le adoraba por su maldad también. Por aquel gran encanto de su maldad. Le adoraba porque sabía que, cuando no nos viéramos ya, me quedaría su infierno como un regalo monstruoso suyo…Y su bello dolor sin causa y sin alivio sería mío…Un amor malo y exquisito por Usted, señor, tal vez…
Imposible…¡qué bella palabra, qué alta y qué brillante! Para mi, aquella noche, resumía toda su vida arrodillada, por una graciosa y fantástica hipocresía suya, junto a mi vida suave y clara, emocionable y pequeña.
Y cuando Usted ardía, con mi mano en la suya, la noche entera se hizo imposible para mí…el barro de los campos se volvió cobre rojo, puro cobre durísimo de apagado brillo. Y los tréboles eran de metal verde, frío, como sus llamas, señor. Y la hoja de plata de un álamo me rozó la mejilla como un fino cuchillo de acero.
Mi casa con las ventanas encendidas se quedó al borde del camino olvidada…y seguimos andando…porque aunque habíamos venido muy despacio hacia ella, no fue nuestra meta.
Yo me sentía en el extraño mundo donde la vida está parada siempre, los astros más bajos, las flores fastuosas y doloridas como joyas, y la felicidad de respirar no existe ya, porque no se respira el aire azul oscuro y sólo se vive en la sonrisa del único instante…
Levanté mis ojos hacia Usted; los suyos lucían vivamente. Le sonreí con angustia porque entonces debíamos separarnos. Creí que nunca en mi vida iba a olvidarle.
Y entonces se inclinó Usted, rápida y fuertemente hasta mi boca y me besó…Sus labios eran humanamente calientes y atractivos, señor…¡qué diferentes a sus largos dedos mágicos! El puro hielo cristalino que hacía mi ser vibrante y tenso se deshizo con suavidad en sangre que latía…
Todas las hondonadas de la tierra tibia estaban llenas de blanda hierba verde, que daba un olor húmedo y espeso…y mi casa allí abajo me llamaba con gente alrededor de una mesa servida…
Y Usted no pudo comprender mi risa, pero palidecía herido y suplicante. Y yo…yo era lo imposible entonces. Lo que no se puede tocar y se desea. La ilusión venenosa de sueños solos. Al despedirnos me suplicaba aún sin palabras ¿qué?... Que me dejase hechizar nuevamente, tal vez… ¡Qué pueril me parecía su deseo! Le hubiera acariciado…
Imposible, imposible. Nunca sabría llevarme a un mundo nuevo otra vez…Pero le quiero mucho, no esté triste. De verdad que le quiero, dije al cerrar la puerta. Y no podía remediar reírme. Me asomé a la ventana y le vi que se iba, despacio, por la esquina.
Su bello traje de demonio, negro, se había enganchado como en un zarza en mi risa y colgaba triste, desgarrado, con su carne morena de hombre estremecido del frío de la noche…
Me conmoví, señor, quiero que Usted lo sepa.”
viernes, julio 06, 2007
"Endiosados"
Ya hablaba en el texto anterior de que de todo tiene que haber en el mundo, aunque hay sentimientos que no sólo se manifiestan cuando veo un debate en el Congreso de los diputados.
Sabemos que hay endiosados, pero éstos se dividen en endiosados sin poder y endiosados con poder; los que no tienen poder nos inspiran pena y rechazo básicamente porque es improbable que nos dañen, por el contrario, los endiosados con poder son harina de otro costal. La valentía ante estos últimos especímenes puede salir cara, tan cara que hasta nos hace dudar de si la elección valiente es la más acertada. Ellos lo saben y desafían y hace falta mucho valor para no caer en un "puedo salir perjudicada". Cuando se acaba llegando a esta conclusión el cerebreo (inteligentísimo) acaba justificando la cobardía con un "es lo más inteligente". Estos pensamientos encadenados y autoprotectores acaban suponiendo un aliciente para que los endiosados con poder se endiosen aún más y lo que es peor, que los valientes duden de si la valentía ante los poderosos es la mejor opción. Calentita vengo, y no por el asfixiante calor de Barcelona, sino por el encontronazo con un endiosado con poder que justifica sus decisiones basándose, aparentemente, en que el puesto que ocupa le da la suficiente garantía como para no pensar en una posible equivocación por su parte, ni lo contempla, vamos. Deciros que sus últimas palabras han sido: "es mi palabra contra la tuya, ejerce tus derechos...si puedes", no querais saber cuáles han sido las mías.
No voy a hacer un oda a los derechos, porque teniendo en cuenta que no sabemos si vamos a poder ejercerlos o no, merecen otro nombre. Cuando tomamos decisiones no sabemos las consecuencias porque son eso, decisiones y por tanto es justo saber aceptar lo que venga, positivo o negativo, pero cuando ejercemos un derecho no deberían existir dudas ante posibles represalias y la realidad es que existen. Tener que pagar un posible precio por ejercer nuestros derechos es contraproducente para la salud, recetémonos pues, unas buenas dosis de valentía y convicción apartando la tirita del conformismo y el miedo.
Sabemos que hay endiosados, pero éstos se dividen en endiosados sin poder y endiosados con poder; los que no tienen poder nos inspiran pena y rechazo básicamente porque es improbable que nos dañen, por el contrario, los endiosados con poder son harina de otro costal. La valentía ante estos últimos especímenes puede salir cara, tan cara que hasta nos hace dudar de si la elección valiente es la más acertada. Ellos lo saben y desafían y hace falta mucho valor para no caer en un "puedo salir perjudicada". Cuando se acaba llegando a esta conclusión el cerebreo (inteligentísimo) acaba justificando la cobardía con un "es lo más inteligente". Estos pensamientos encadenados y autoprotectores acaban suponiendo un aliciente para que los endiosados con poder se endiosen aún más y lo que es peor, que los valientes duden de si la valentía ante los poderosos es la mejor opción. Calentita vengo, y no por el asfixiante calor de Barcelona, sino por el encontronazo con un endiosado con poder que justifica sus decisiones basándose, aparentemente, en que el puesto que ocupa le da la suficiente garantía como para no pensar en una posible equivocación por su parte, ni lo contempla, vamos. Deciros que sus últimas palabras han sido: "es mi palabra contra la tuya, ejerce tus derechos...si puedes", no querais saber cuáles han sido las mías.
No voy a hacer un oda a los derechos, porque teniendo en cuenta que no sabemos si vamos a poder ejercerlos o no, merecen otro nombre. Cuando tomamos decisiones no sabemos las consecuencias porque son eso, decisiones y por tanto es justo saber aceptar lo que venga, positivo o negativo, pero cuando ejercemos un derecho no deberían existir dudas ante posibles represalias y la realidad es que existen. Tener que pagar un posible precio por ejercer nuestros derechos es contraproducente para la salud, recetémonos pues, unas buenas dosis de valentía y convicción apartando la tirita del conformismo y el miedo.
martes, julio 03, 2007
Resentidos de la historia
Tantas mentes, tantas opiniones... tantas opiniones, tantas sandeces...tantas sandeces que a veces, acaban provocando ideas razonables. Habrá que dar las gracias a las mentes más lerdas. Estoy por tirarme a la calle un día y hacer esas famosas y escurridizas encuestas sobre las que algunos se basan para llevar o no la razón. Peguntaría qué entienden por el concepto de nación, de nacionalismo, qué modelo de estado prefieren y otras triquiñuelas por el estilo. Tiene que haber de todo y tiene que hablarse sobre todo pero...realmente, a estas alturas de la película democrática se tiene que seguir hablando sobre banderas y nacional-"ismos"? El probelma más trsite que se encuentra detrás de estos conceptos (de tanto utilizarlos han perdido el sentido) es que detrás de ellos hay una intencionalidad insana. Recordaís cuando se empezó a usar el término "globalización"? entiendo que la mente humana pueda tener contradicciones pero hay absurdeces que deberían caer por su propio peso. Catalanistas, nacionalistas y "a mi me da igual" se unen en un mar sin fronteras mientras algunos quieren subir muros, cuando tanto dolor se engargó de derrumbarlos. Hay que tener memoria histórica sí, pero no resentimiento histórico. Es degradante cómo personas representativas manejan nuestra historia en pro del radicalismo fomentando así el retroceso y la mala sangre. Labor nuestra es no caer en trifulcas ya pasadas y tener el valor de pasar página. Dejemos las regresiones para las sesiones psicológicas y centrémonos en un presente que poco tiene que ver con lo que algunos dicen. No hay ninguna necesidad de encasillarnos por mucho que nos lo hagan creer; lo de ir a Madrid con martícula de B- y no querer dejar el coche en la calle ha caducado, como también debe caducar la rabia de tiempos pasados. Somos un lugar más del mundo, lleno de cuidadanos que quieren una vivienda digna, un trabajo acorde con sus capacidades y no tener que sufrir cuatro horas de carabana para desconectar de la semana. Queremos mucho sí, queremos más avances, más soluciones a los probelmas, más respuestas... pero éstas no pasan por crear más fronteras y más diferencias que las que ya existen. Tenemos una democracia joven en edad, pero seguirá siendo siempre joven en ideología si se siguen empeñando en "defender" un pasado que perdió su lógica en julio del 36. ¿Debemos sentirnos de dónde somos? es probable, ¿debemos intentar mejorar nuestra calidad de vída? Sí...ahora bien, ¿es para ello necesario inventar diferencias y querer justificarlas con orgullos patrióticos o nacionales? No. Esuchemos más a quienes sufrieron las consecuencias de debates similares, pero esuchémosles para no caer en los mismos errores, para ser capaces de seguir sin volver atrás y no para alimentar un odio que debemos dejar morir.
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