No todas las sensaciones son iguales.
No todos los recuerdos son iguales.
[…]
Diría que en estos tiempos la atemporalidad de una sensación es casi imposible.
Y el “casi” es el No camuflado por excelencia.
Así, deduzco que conviene cierta recreación cuando se siente algo como absoluto.
Para deleitarse en una firmeza tan engañosa como divina.
Y yo, me esmero.
Que las convicciones escasean.
Y así, voy jugando con los recuerdos de este verano.
Ahora que puedo.
Aún.
Porque pese a estar ya en casa aún no lo siento así.
Mi almohada -esa que añoraba cuando me fui- es ahora tan solo sustituta de otra.
Y sigo sintiendo otro aire.
El de sitios que ya no respiro.
Y me sorprende abrir los ojos y ver el techo de mi habitación.
Inquietante sensación.
Como cuando sorprende un sabor ya probado.
[…]
La maleta sigue en mi habitación.
Vacía. Pero ahí está.
Desafiándome con su brillante cremallera.
Paso por su lado y sonrío.
O le saco la lengua, según me de.
Y me basta un segundo para deleitarme con el ritmo nómada del último mes.
Para sentir su peso echándola en el maletero.
Para ponerme ropa de viaje.
Y partir.
Volver a partir a otros sitios.
Porque el viaje es de lo mejor.
La incertidumbre ofrece posibilidades.
Y lo hace mientras corres kilómetros hacia algún sitio.
Sin sospechar.
Sin esperar aquello que luego sucede.
[…]
No soy yo amiga de los aeropuertos.
No sé qué libertad puede dar estar a miles de metros de altura.
Encerrado.
Pero sí sé de otra.
Mejor.
La de no contar días.
La de que no haya exámenes pendientes.
La de bajar la ventanilla y dejar que el pelo se alborote.
La de aguantar con fuerza el volante, suave, y escuchar una buena canción.
Y redoblo con fuerza un impulso.
El de coger el montón de ropa aún sin lavar y volver a irme.
Y así, voy jugando con los recuerdos de este verano.
Ahora que puedo.
Aún.
Porque pese a estar ya en casa aún no lo siento así.
Mi almohada -esa que añoraba cuando me fui- es ahora tan solo sustituta de otra.
Y sigo sintiendo otro aire.
El de sitios que ya no respiro.
Y me sorprende abrir los ojos y ver el techo de mi habitación.
Inquietante sensación.
Como cuando sorprende un sabor ya probado.
[…]
La maleta sigue en mi habitación.
Vacía. Pero ahí está.
Desafiándome con su brillante cremallera.
Paso por su lado y sonrío.
O le saco la lengua, según me de.
Y me basta un segundo para deleitarme con el ritmo nómada del último mes.
Para sentir su peso echándola en el maletero.
Para ponerme ropa de viaje.
Y partir.
Volver a partir a otros sitios.
Porque el viaje es de lo mejor.
La incertidumbre ofrece posibilidades.
Y lo hace mientras corres kilómetros hacia algún sitio.
Sin sospechar.
Sin esperar aquello que luego sucede.
[…]
No soy yo amiga de los aeropuertos.
No sé qué libertad puede dar estar a miles de metros de altura.
Encerrado.
Pero sí sé de otra.
Mejor.
La de no contar días.
La de que no haya exámenes pendientes.
La de bajar la ventanilla y dejar que el pelo se alborote.
La de aguantar con fuerza el volante, suave, y escuchar una buena canción.
Y redoblo con fuerza un impulso.
El de coger el montón de ropa aún sin lavar y volver a irme.